jueves, 19 de agosto de 2010

Lenguaje Literario



Introducción


El lenguaje literario es, básicamente, la lengua escrita estándar en la que se introducen palabras poco usuales (cultismos, voces inusitadas, extranjerismos, arcaísmos, etc.) y que se somete normalmente a una voluntad de forma. Por una parte, tiene muchos rasgos que lo acercan a la lengua escrita culta; pero por otra, es frecuente que aparezcan en él giros coloquiales y hasta vulgares, para producir ciertos efectos expresivos.

Artificios lingüísticos
En la literatura suele emplearse el idioma para llamar la atención sobre sí mismo, sobre cómo están dichas las cosas. El escritor debe producir extrañeza y ha de usar, con ese fin, los artificios adecuados. Aunque no por literarios estos recursos han de ser muy raros o chocantes. Tengamos en cuenta que en la lengua ordinaria utilizamos con frecuencia el asíndeton, la adjetivación ornamental, las series binarias de palabras, metáforas, metonimias, etc.

Función poética
Cuando el lenguaje se utiliza para producir belleza, para llamar la atención sobre sí mismo, actúa en él la función poética. Lo importante no es tanto lo que se dice sino cómo se dice. El escritor pretende suscitar en el receptor una serie de sensaciones de belleza, creatividad e influencia a través de la forma de su mensaje. Son válidos todos los recursos expresivos. Esta función aparece también en el lenguaje coloquial; cualquier persona, al construir su mensaje, selecciona de manera consciente o inconsciente las palabras, las inflexiones de la voz o los tipos de oraciones para conseguir una transmisión más eficaz de aquello que se pretende comunicar.

El texto literario como acto de comunicación
El texto literario funciona como un acto de comunicación que posee las siguientes características:

-Es resultado de una creación que el autor destina a que perdure y se conserve exactamente con la misma forma original.

-La comunicación que la obra literaria establece con el lector y oyente es unilateral, porque el mensaje no puede recibir respuesta inmediata del receptor.

-La obra no se dirige a un destinatario concreto, sino a receptores desconocidos, muchos o pocos, actuales o futuros (receptor universal).

-El lector u oyente no establece relación directa con el autor, sino sólo con el mensaje, con su obra (comunicación diferida). Y ello, cuando él lo desea. De esa manera, la iniciativa del contacto comunicativo corresponde al receptor.

-La comunicación literaria es desinteresada, no tiene una finalidad práctica inmediata. Por el contrario, posee una naturaleza estética, es decir, pretende producir las reacciones que en el ánimo suscita lo bello. Sin dejar de ser cierto lo anterior, no lo es menos que muchos autores escriben literatura para favorecer una determinada causa, para promover un cambio en la sociedad, para denunciar una situación.




Rasgos diferenciales
El límite que separa al lenguaje literario de otros tipos de lenguaje es muy difuso. Muchos escritos de carácter periodístico o científico pueden ser considerados como verdaderas piezas literarias.

La extensión de un texto literario no es un rasgo distintivo, puesto que es muy variable, desde un par de versos hasta cientos y millares de páginas.

Así pues, el texto literario posee unas características internas sumamente peculiares pero, a la vez, difíciles de aislar. Comparte un buen número de ellas con otras clases de textos: la plegaria, el mensaje publicitario, el eslogan, el conjuro, el texto periodístico, etc.

Carácter desinteresado
Quizá el rasgo más diferencial sea su carácter desinteresado. Desinteresado en cuanto a la comunicación en sí misma, no por lo que se refiere a la remuneración que el autor pueda obtener a cambio de lo escrito. El texto literario no tiene una finalidad práctica inmediata.

Final previsto
A diferencia de lo que ocurre en la comunicación ordinaria (la conversación entre dos interlocutores), el texto literario posee un final previsto por el autor. La extensión del texto dependerá del género elegido, pero siempre fluctuará dentro de unos límites aproximados. El cierre es, pues, otra de sus características diferenciales.

Artificios lingüísticos
Cuanto más estricta sea la exigencia del cierre, mayores efectos suele provocar en el lenguaje de la obra. Los géneros en verso muestran mayores artificios lingüísticos que los géneros en prosa; pero, en general, el empleo de expresiones poco usuales: arcaísmos, neologismos, voces inusitadas y cultas, y construcciones sintácticas atípicas caracterizan a todos los géneros literarios. De estos artificios lingüísticos trataremos con más detalle en el apartado Recursos literarios.

Polisemia
El texto literario se presta a múltiples interpretaciones o lecturas; en teoría, a tantas como lectores y oyentes. Y ello no perturba la comunicación; por el contrario, muchos lectores que muestran entusiasmo por una obra literaria no la entienden, o la comprenden de un modo deficiente y superficial. Pero la comunicación resulta satisfactoria. Esto no puede ocurrir en los mensajes ordinarios o en otros mensajes de finalidad práctica, pues daría lugar a errores que podrían ser muy graves; imaginemos lo que podría resultar de una polisemia en las señales de tráfico.



Recursos literarios
Uno de los recursos que de forma más general caracterizan al lenguaje literario es el uso de una adjetivación especial, el uso de epítetos. Los epítetos son adjetivos ornamentales, no estrictamente necesarios para la comprensión de un mensaje. El buen escritor busca evitar los epítetos triviales y, en general, prescindir de los que no produzcan efecto de novedad.

Según la Retórica tradicional, son figuras todas las anomalías que se producen en un escrito, todo aquello que produce extrañeza en el lector. Muchas de ellas se basan en la repetición y en el paralelismo. La repetición produce efectos rítmicos tanto en verso como en prosa. Puede conferir brillo a cualquier tipo de prosa, aunque el abuso de las construcciones rítmicas entraña el riesgo de caer en la excesiva musicalidad o en el sonsonete.

Se han descrito varios centenares de figuras posibles, algunas con nombres impronunciables. No se trata aquí de ofrecer un catálogo detallado de figuras retóricas, trataremos sólo de ofrecer una clasificación coherente de algunas de las más frecuentes:

Figuras fónicas
La principal es la aliteración o repetición de uno o varios fonemas, con una frecuencia perceptible. Cuando la aliteración persigue una finalidad imitativa de sonidos o ruidos de la naturaleza, se denomina onomatopeya. La aliteración, como toda repetición muy marcada, perjudica a la prosa no literaria, y puede producir cacofonías y sonsonetes.

Figuras sintácticas
Son artificios de la construcción gramatical, y muchos de ellos se producen por apareamiento o paralelismo. Son más abundantes en el verso, pero no están ausentes en la prosa literaria. Dos de las más frecuentes son el hipérbaton y la anáfora.

Figuras de palabra: los tropos
Llamamos tropos a aquellas figuras retóricas que cambian el significado de la palabra.

El símil o comparación
No se trata, hablando con propiedad, de un tropo, pero es un concepto muy próximo. Cuando comparamos, por ejemplo, la vejez con una puesta de sol, en ninguno de los dos términos que intervienen en la comparación se produce mutación de significado. En todo símil hay un término real (A) y un término imaginario o imagen (B). Además, de un modo u otro, al comparar marcamos gramaticalmente el hecho de que estamos comparando (A es como B, A semeja B, A me parece B, etc.).

La comparación es frecuente también fuera de la lengua literaria. Se recurre a ella para presentar más plásticamente lo que se quiere decir y, muchas veces, para concretar un pensamiento abstracto.

Los símiles estereotipados o hiperbólicos suelen ser perjudiciales para el estilo de un escrito.

La metáfora
La metáfora es el tropo por el cual se aplica el nombre de un objeto a otro objeto con el cual se observa alguna analogía, suprimiendo cualquier rastro gramatical de comparación.

Hay metáforas que están incorporadas al uso general, los diccionarios las registran y nadie las identifica como figuras, ya que no producen extrañeza alguna (la cabeza de un alfiler). Pero el escritor crea sus propias metáforas (Mi soledad llevo dentro, torre de ciegas ventanas; o, en un texto periodístico: Raúl se pasó la tarde hambriento de balón).

Una palabra aislada no puede funcionar como metáfora, necesita de un contexto en el que cobrar significado.

La metonimia
Es un tropo en el que la relación entre los términos real e imaginario es de uno de los siguientes tipos:

El efecto por la causa: Respeta mis canas.

El autor por sus obras: Ya no leo a Machado.

La parte por el todo: Mira qué par de ojos van por ahí.

El continente por el contenido: Tomamos unas copas.


Figuras de pensamiento
Hipérbole
En ella la expresión no corresponde al pensamiento. Se trata de una exageración, de una afirmación por exceso: Una mujer tan delgada, / que en la vaina de una espada / se trajo a la sepultura.

Litotes o litótesis
Con ella se atenúa lo que se quiere decir, bien para no molestar al interlocutor, bien para dar más relieve al contenido: no está mal (por está bien).

Personificación
Es la atribución de cualidades humanas a los animales y a las cosas: el viento susurra una canción monótona.

Ironía
Consiste en decir lo contrario de lo que se piensa: por ahí va Brad Pitt, (señalando a un tipo feísimo).

Antítesis
Una palabra se pone en relación, más o menos sorprendente, con otra contraria: Era sólo sombra de su pasado esplendor.

Paradoja
Es una contradicción aparente: al avaro, las riquezas lo hacen más pobre.



Formas de elocución literaria
Los textos literarios suelen ser una combinación de las tres formas de elocución clásicas: narración, descripción, y diálogo. El retrato y el monólogo pueden ser interpretados como variantes de las anteriores.

Narración
Los términos narración o texto narrativo se utilizan en su sentido estricto para hacer referencia a los fragmentos en los que se relatan hechos reales o imaginarios.

La narración es una de las formas de elocución más antiguas y de mayor tradición literaria. Es la base del cuento, de la novela, de la leyenda, del poema épico y otros géneros y subgéneros literarios; pero también lo es de buena parte de nuestra comunicación habitual con los demás.

Puesto que lo narrado son principalmente acciones, el verbo ocupa un lugar destacado en ella, tanto por su frecuencia, como por su significado.

Como el narrador cuenta sucesos ya ocurridos, predominan los verbos en pasado, en especial los pretéritos indefinidos y los imperfectos. Cuando aparecen otros tiempos verbales como conductores de la narración, suelen tener valor de pasado (presente histórico, por ejemplo).

La selección de enunciados largos y complejos, con predominio de la subordinación, da impresión de lentitud narrativa, de calma, de estatismo. Los enunciados cortos y sencillos, con predominio de la yuxtaposición, de la coordinación o de las oraciones simples, dan impresión de dinamismo, de velocidad, de movimiento.

El narrador
El narrador es el personaje que conduce la historia, presenta a los demás personajes, explica las circunstancias en que se desarrollan los hechos que narra, etc.

El narrador puede formar parte de la ficción literaria como un personaje más o separarse de ella. Cuando el narrador cuenta la historia conociendo todos sus hechos pasados, presentes y futuros, hablamos de narrador omnisciente. Cuando el narrador y el protagonista se identifican en una misma persona, decimos que el relato se presenta como una autobiografía. Hay casos en los que la autobiografía es real y otros en los que es sólo un artificio literario.

Las personas y el punto de vista
El narrador puede valerse de cualquiera de las personas gramaticales para dar vida a su relato desde diferentes puntos de vista:

Narración en primera persona. El narrador participa de los hechos que narra como un personaje más, presentándose a sí mismo bien como el protagonista de esos sucesos, bien como un personaje secundario o bien como mero testigo de ellos.

Narración en segunda persona. El narrador se dirige a sí mismo, de forma que se convierte a la vez en narrador y en personaje. Este desdoblamiento es un artificio que se utiliza en algunas narraciones modernas.

Narración en tercera persona. Es la más frecuente. El narrador cuenta unos sucesos que ocurrieron a otros personajes ajenos a él.


Orden y sucesión de acontecimientos
El orden en que aparecen los elementos de una narración depende de cuál sea el foco considerado de mayor interés dentro de la misma.

Si interesa conocer el desenlace de unos acontecimientos, la narración seguirá un orden cronológico desde los primeros hasta los últimos sucesos. En este caso, lo narrado tiene un desarrollo lineal.

Si lo que importa destacar no es el desenlace, sino las circunstancias que llevaron a tal desenlace, la narración puede comenzar por los últimos sucesos para después dar un salto al pasado (flash back) y narrar el resto de la historia desde el principio hasta esos sucesos finales, como si se tratara de recuerdos.

Cuando se trata de destacar tanto los orígenes o causas como el desenlace, se puede empezar la narración en un punto intermedio de la historia, e ir relatando luego los acontecimientos anteriores y posteriores al punto de arranque. Este procedimiento se denomina narración in medias res ('en mitad del asunto').

Descripción
Describir es dibujar con palabras. Definida con más precisión, la descripción es la representación de personas o cosas por medio de la lengua, refiriendo o explicando sus distintas partes, cualidades o circunstancias.

En toda descripción interesan las cosas y sus propiedades o características, no las acciones. En consecuencia, en un texto descriptivo predominan los sustantivos y los adjetivos sobre los verbos; abundan los tiempos verbales que se refieren al desarrollo y no al término de la acción (aspecto imperfectivo), sobre todo, los presentes y los pretéritos imperfectos. Se prefiere la yuxtaposición y la coordinación a la subordinación. La ausencia de nexos da una mayor rapidez a la descripción, la multiplicación de nexos le confiere lentitud y estatismo. Se recurre frecuentemente a la comparación como método descriptivo.

Clases de descripción
Según lo descrito, podemos hablar de descripción de paisajes y objetos, o de personas y animales. Ambas pueden realizarse de forma realista o impresionista. La descripción de personas se denomina retrato, que suele realizarse mediante la combinación de prosopografía (descripción de la apariencia externa de una persona, los rasgos físicos y la indumentaria) y etopeya (descripción del carácter, acciones y costumbres de una persona). Ni una ni otra suelen aparecer aisladas. Aunque predomine la descripción física, el autor suele introducir comentarios relacionados con el carácter del personaje o hace derivar de los rasgos físicos alguna peculiaridad psicológica de la persona retratada. Según la intención con que se realice el retrato o el tono empleado en su redacción, hablamos de retrato objetivo o subjetivo, laudatorio o satírico.

Según el que describe, la descripción puede ser objetiva o subjetiva, estática o dinámica. La finalidad de la descripción objetiva es informar fielmente del aspecto, componentes y otras características de un mecanismo, de un fenómeno, de una reacción, etc. Es más propia de la prosa de investigación que de la literaria. La descripción subjetiva se caracteriza por dar entrada, en mayor o en menor medida, a la opinión del que describe. De hecho, es muy frecuente que, a través de sus descripciones, el autor pretenda influir en la opinión que el lector ha de formarse sobre lo descrito.

Estática o dinámica. En una descripción estática el punto desde el cual se supone que el autor observa es fijo; desde ese punto y mediante una técnica fotográfica más o menos fiel el autor presenta un cuadro de lo que percibe. En la dinámica el autor describe el objeto a medida que va descubriéndolo; con técnica cinematográfica, se va adentrando en una realidad que aparentemente descubre al tiempo que el lector.

Diálogo
Aunque el diálogo, el medio de comunicación humana más utilizado y es característico de la lengua oral, también aparece con frecuencia en la lengua escrita, por ejemplo en formas narrativas como la novela o el cuento, en formas expositivas e, incluso, en poesía.

Para la trascripción del diálogo puede utilizarse el estilo directo, el indirecto o el indirecto libre.

Cuando el discurso de una persona se dirige hacia sí misma o hacia un interlocutor que no se halle presente, se produce un monólogo. El monólogo está sujeto a las mismas formas de trascripción que el diálogo.


Géneros literarios
El concepto de género se ha ido conformando históricamente; se entiende por género un conjunto de constantes retóricas y semióticas que identifican y permiten clasificar los textos literarios; dicho de otro modo, son ciertas técnicas de composición, y ciertas leyes de forma y contenido a las que se someten las obras literarias.

Puede resultar sorprendente que aún se utilice la primera clasificación de los géneros, debida a Aristóteles, quien los redujo a tres: épica, lírica y teatro. Hoy se mantiene esencialmente la misma clasificación con distintos nombres (narrativa, poesía y drama), pero la evolución de los gustos y modas estéticas ha provocado que en muchos textos modernos resulte difícil fijar rígidamente los límites entre lo puramente lírico, lo narrativo o lo dramático.

El género lírico
Los textos líricos expresan el mundo subjetivo del autor, sus emociones y sentimientos, o una profunda reflexión. Se prefiere para ello el verso a la prosa y se manifiesta profusamente la función expresiva del lenguaje. Tradicionalmente la lírica es una expresión de la experiencia del yo, pero en ciertas formas de la lírica moderna el yo se desvanece en favor de la imagen o de una escena desligada de la subjetividad del poeta.

Formas clásicas
Oda. Originalmente son poemas para ser cantados con acompañamiento instrumental. De tono elevado, la oda clásica estaba destinada a exaltar la vida de alguien, a celebrar un hecho importante o a la descripción intelectual del paisaje.

Elegía. La elegía clásica era un canto nostálgico e intimista de tema variado (el amor, la muerte, la guerra, la política...). La elegía medieval (planto o llanto) mostró predilección por la elegía para expresar lamentaciones funerarias y, aunque en los siglos de oro la temática de la elegía era variada, en la poesía moderna se ha mantenido la tendencia medieval de preferir la forma son elegíaca sólo para las composiciones cuyo contenido está centrado en la muerte.

Sátira. Forma poética propiamente latina que emplea la ironía, la alusión o la burla para mostrar la locura o la maldad, señalar las debilidades humanas y alertar sobre las conductas reprobables. Durante el Renacimiento se atribuyó falsamente a la palabra sátira un parentesco etimológico con sátiro por lo que se utilizó con frecuencia para designar las burlas lascivas en verso.

Epístola. Carta formal y moralizante escrita en verso y destinada a su publicación. Aborda siempre temas filosóficos o morales.


Epigrama. Poema mordaz, agudo y conciso, generalmente escrito en verso. En Roma se desarrolló el epigrama como una breve sátira en verso que acababa con alguna expresión punzante. Desde el Renacimiento italiano, el epigrama adopta en la poesía occidental la forma del soneto. Las gregerías de Gómez de la Serna y los proverbios de Machado, pueden ser considerados modernos ejemplos de epigramas.


Formas populares
Villancico. Canción estrófica de carácter profano que surgió en el siglo XV en España. Consta de un estribillo que alterna con una o más estrofas de versos octosílabos. Tanto la rima como el número de versos son variables. Aunque trata de temas muy variados suele predominar lo religioso. En general, se escribe para ser cantada con acompañamiento instrumental.

Canción. Texto corto, lírico o narrativo, acompañado de música.

Romance lírico. Aunque originalmente el romance es de carácter épico, pronto surgieron variantes líricas que se solían declamar con acompañamiento musical o se transmitían como cantos infantiles.


El género épico
El autor narra y hace hablar a los personajes. Hay textos épicos o narrativos en verso y en prosa, y la función dominante suele ser la referencial.

Formas
Epopeya. Género poético de estilo majestuoso que relata sucesos legendarios o históricos. Por lo general se centra en un individuo, lo que confiere unidad a la composición. A menudo introduce la presencia de fuerzas sobrenaturales que configuran la acción, y son frecuentes en ella las descripciones de batallas y de escenas de la vida cotidiana. Las principales características del género son la invocación de las musas, la afirmación formal del tema, la participación de un gran número de personajes y la abundancia de parlamentos en un lenguaje elevado.

Cantar de gesta. Forma popular equivalente a la epopeya culta, o derivada de ella, en la que se narran las hazañas de un héroe histórico o un personaje legendario. De tradición oral, se componía para ser cantada por juglares o por los propios trovadores.

Novela. Su auge en los siglos XIX y XX ha sido tal, y sus variantes tan dispares, que resulta difícil una definición rigurosa. Suele entenderse por novela una narración extensa en prosa, con personajes y situaciones reales o ficticios, que implica un conflicto y su desarrollo que se resuelve de una manera positiva o negativa. Con frecuencia hoy se prefiere para designar al género el término más amplio y ambiguo: narrativa e incluir en él al cuento. Un tratamiento más detallado de este subgénero puede verse en Características de la novela (J. C. Carrillo).

Cuento. Narración breve de un suceso imaginario. Aparecen en él un reducido número de personajes que participan en una sola acción con un solo foco temático. Aunque tradicionalmente poseía una intención moralizante, hoy su finalidad suele ser provocar en el lector una respuesta emocional.


El género dramático
El autor no habla por sí mismo sino que hace hablar a sus personajes. Puede estar compuesto en verso o prosa y habitualmente están presentes todas las funciones del lenguaje. Aunque puede ser leído, se escribe para ser representado. Un tratamiento más detallado de este género puede verse en Características del teatro (J. C. Carrillo).

Formas mayores
Tragedia. Según Aristóteles la tragedia es una mimesis de una acción seria y acabada en sí misma, la cual, mediante una serie de casos que provocan compasión y terror, produce el efecto de levantar el ánimo y purificarlo de tales pasiones (catarsis). La definición aristotélica sigue siendo generalmente aceptada.

Comedia. Se diferencia de la tragedia en el tono menor y más alegre de la acción, en la intervención de personas comunes y, especialmente, en su final feliz..

Tragicomedia. Forma dramática en que se combinan el elemento trágico y el factor cómico.


Formas menores
Entremés y sainete. Piezas breve en un acto, en prosa o en verso, de tema ligero. El origen del sainete se encuentra en la tradición popular y posee un humor festivo y picaresco. Solía representarse en los entreactos de obras mayores. El sainete deriva del entremés y acentúa lo humorístico y popular de este último.

Melodrama. Nombre que se daba antiguamente a la ópera y que en el siglo XIX recibían determinadas obras dramáticas de tipo folletinesco, convencional, caracterizadas por sus fáciles concesiones a un público sensiblero.


El género didáctico
Aunque no se ajusta a la clasificación tripartita aristotélica, conviene incluir además el género didáctico, que se distingue, básicamente, por su finalidad. El autor, cuyo fin primordial es enseñar, procura adornar el texto con elementos literarios que lo doten de una forma atractiva (prodesse et delectare). Se compone principalmente en prosa y la función predominante en él es la referencial. Sus formas clásicas son los diálogos y coloquios, que se adscriben también al género dramático, y el ensayo.

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